sábado, 6 de septiembre de 2014
Amamos a los hombres porque...
Amamos a los hombres porque jamás nos van a entender, y aun así lo siguen intentando.
Porque todavía nos encuentran atractivas cuando nosotras mismas ya no conseguimos creérnoslo.
Porque saben de ecuaciones, de política, de matemáticas, de economía, pero no saben casi nada acerca del corazón femenino.
Porque nunca les da miedo la oscuridad.
Porque se empeñan en arreglar cosas con problemas que están más allá de sus habilidades, y se dedican a ello con entusiasmo adolescente, y se desesperan cuando no lo consiguen.
Porque siempre sabemos lo que están pensando, y cuando abren la boca dicen exactamente lo que imaginábamos que pensaban.
Porque jamás les pasó por la cabeza martirizarse con tacones altos.
Porque les encanta explorar nuestro cuerpo, y conquistar nuestra alma.
Porque una chiquilla de 14 años puede dejarlos sin argumentos, y una mujer de 25 consigue domarlos sin mucho esfuerzo.
Porque son capaces de hacer cualquier cosa por esconder su fragilidad.
Porque el mayor miedo de un hombre es no ser un hombre –lo cual nunca le pasaría a una mujer por la mente (no ser una mujer).
Porque siempre se terminan toda la comida del plato, y no se sienten culpables por ello.
Porque les parecen interesantísimos ciertos temas sin gracia ninguna, como lo que les ocurrió en el trabajo, una película de acción o las características de algún auto.
Porque están dotados de hombros en los que conseguimos dormir sin mucho esfuerzo.
Porque están en paz con sus propios cuerpos, a excepción de pequeñas e insignificantes preocupaciones como la calvicie o la obesidad.
Porque son asombrosamente valientes ante los insectos.
Porque nunca mienten sobre su edad.
Porque pueden orinar de pie y no tienen que depilarse.
Porque a pesar de todo lo que intentan demostrar, no consiguen vivir sin una mujer.
Porque cuando a uno de ellos le decimos “Te quiero”, siempre pide que le detallemos cuánto.
En cambio, para nosotras las mujeres, escuchar un “Te quiero” es siempre un bálsamo para nuestras almas. Y si no nos lo dices, nos pondremos tristes.
Nos pasa lo mismo con “¡Qué guapa estás!”. Se tarda menos de dos segundos en pronunciar estas tres palabras mágicas, capaces de transformar nuestras pesadillas en verdaderos cuentos de hadas.
Si te preguntamos qué ropa nos ponemos, no te enfades si al final decidimos vestirnos justo con lo opuesto de lo que elegiste: forma parte de nuestra naturaleza.
Si, nada más al conocernos, nos invitas a cenar y no aceptamos inmediatamente, no te preocupes; es que necesitamos unos días para perder los kilos sobrantes que, según creemos, nos arruinan constantemente nuestras vidas.
Las mujeres siempre se acuerdan de todo. Si preguntas cuándo nos conocimos, ninguna de nosotras va a decir: “En una fiesta”, sino: “Fue un martes, justo después de una cena en la que nos sirvieron ensalada y pollo, llovía y tú llevabas chaqueta negra”.
Por mucho amor que seamos capaces de dar, hay días en los que preferimos estar lejos de todo y de todos. En esos casos, tienes dos opciones: atarte a un poste y esperar a que pase la tempestad completamente mudo, o correr al shopping más cercano y comprarnos un regalo. Recomendamos la segunda opción.
Tenemos el mismo poder de raciocinio que los hombres o aún superior, pero es mejor que no lo notes, o empezarás a sentirte inseguro. Las mujeres que lo dejaron demasiado claro acabaron solas.
Las mujeres disponemos de una visión de rayos X. Podemos mirar hacia unos ojos negros y duros, y descubrir al niño que hay en el fondo, y podemos también fijarnos en unos angelicales ojos azules, y encontrar al demonio que se esconde tras ellos.
Si tenemos que discutir algo contigo, no quieras darnos la solución: nosotras ya la tenemos. Se trata apenas de un pretexto para evitar que la relación se convierta en algo aburrido. No siempre necesitamos respuestas, solo que nos escuchen.
La delicadeza y la caballerosidad, cuando es genuina, es capaz de derretirnos por completo.
Si eres detallista, dulce, siempre hueles bien, tienes buen humor y además nos prestas atención a todo lo que hablamos como si nada mas en el mundo te importara, tendrás nuestro corazón en tu mano.
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